viernes, 8 de agosto de 2008

Armonía


Se acercan los cuerpos y rodean los brazos las cinturas, él, rígido y fuerte como el roble, y ella, suave y tersa como un lirio, se afloja la tensión, y se disuelven en ternura adolescente.

Las manos juguetean con las manos, en una danza de sonidos guturales, melodiosos, sin prisas, ni temores.

La presión de las caderas emociona, a tal punto, que un gemido escapa de sus bocas, húmedas de besos perentorios.

Las yemas de los dedos fantasean, con el dulce placer de lo prohibido, y solo permitido, por el amor que sin recelo se profesan.

Con rubores las mejillas, encienden la pasión en un segundo, y el fervor se mimetiza en torbellinos, con desenfrenada pasión incontenible.

Ruedan sus cuerpos encendidos, y perlas transparentes de rocío, recorren sus cuerpos ya desnudos, y el aroma del almizcle se sublima, con el gusto del vino en su meseta, en sus bocas sedientas de experiencia.

Las campanas del placer tañeron en la alcoba, con sonidos armoniosos de la lira, y con un suspiro profundo en las gargantas, se fundieron con el grito silencioso, del amor de sus miradas.

Y quedaron sus cuerpos extenuados, sonrieron las alondras en el cielo, mientras la incipiente luna se asomaba, a observar el jadear de sus labios abrazados.


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