viernes, 8 de agosto de 2008

Cierro los ojos y me duermo


Aquí en esta tierra Fernandina, por San Fernando de Maldonado, al este del "El río de los que traen de comer", según Lucas Marton, o "Río del país del urú", según Félix de Azara o "Río de los pájaros pintados" según Juan Zorrilla de San Martín, o "Río de los caracoles" según un colaborador de Félix de Azara, son las nueve de la noche.
El sol se fue a perseguir a la luna, la bajamar se despidió de las rocas en el mar y se fue lentamente a besar a la solitaria y blanca arena.
El viento juguetea con los pinos en la isla que saluda desde lejos las luces de la noche que incendian la ciudad, dejando sombras en los rincones de las esquinas, para que los enamorados se encuentren y los solos se acompañen en la víspera de las horas de los sueños.

Las estrellas hacen guiños cómplices, a los apresurados que vuelven a los brazos que esperan en sus casas.
Algunos lentamente y con una copa, despiden el día y festejan la noche que con calma se escurre entre las sombras, las palmeras y los fríos que a las manos adormecen.
En el puerto, los pesqueros de madera de teca y con una sola luz en el pañol, zarpan con desgano a calar los palangres mar adentro.

Todo está en su sitio, nada perturba la paz de la noche que comienza, cierro los ojos y me duermo.

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